En las cuatro partes de este poemario (‘El universo es una casa sin paredes’, ‘Ahora’, ‘Letal’ y ‘Mujer Rodans’) vamos a descubrir que “no hay palabra más pequeña” que “el secreto” de Paloma Bienert, la poeta alicantina que hoy recibimos en el Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia.
Pero ese secreto está compuesto, como la estrella de cuatro puntas, la estrella de Belén, de muchos más enigmas de los que el lector posiblemente sea capaz de descifrar. La poesía de Paloma Bienert parece arcana, y lo es a veces; pero también es todo lo contrario: penetrable, digerible, depuradora.
Es como esa ‘Escultura’ que ella construye con “barro cotidiano”. Nuestras vidas también se hacen así, con lo real y lo ideal, y también conviene alejarnos, mirarnos con otros ojos, quedar sumisos del silencio y poner en órbita otros conocimientos para comprender todo eso que sucede.
‘Escultura’ (pág. 46) es mi poema favorito de ‘Esta continua niebla de llevarte’, porque también pienso que a veces venimos todos de un “ensueño” y tenemos que “prometernos colores” frente a la grisura que nos atrapa: la grisura de lo que carece de atractivo o singularidad.
Este poemario tiene mucho trabajo escondido. Paloma Bienert rehace con palabras armadas de valor escenas vitales, fragmentos de intimidad que van formando “un tratado abierto” en el que hay dolor (inevitable dolor), mentira, lucha (“tu corazón ganador de guerras de antemano perdidas), pasiones rivales (“yo, envuelta en mi corazón; tú, demiurgo de ultramar, parecíamos enemigos”), noches que prometen viajes al pasado: “Esta noche es un árbol silencioso que estalla en la misma apasionada lengua de las aves”. En ‘Árbol Nabú’ (pág. 44) se percibe nítido el eco de todas estas fantasías.
Es asombroso el poder de los poetas para construir sobre la nada, y decir por todos. En el cauce del río, por ejemplo, se produce una escena preciosa: en soledad, mira la transparencia de la corriente, y un pez verdinegro, mientras salta, es lo único que les recuerda. ¿A quiénes? Al hombre y a la mujer de ‘La torre’, sobre los que se cierne la condición imposible: “NO HE PODIDO AMARTE”.
Me hirió especialmente ‘Fondo de armario’, el poema de idéntico título al poemario que yo publiqué el año pasado en Colección Sudeste, enfrentado a ‘No soy lebrel amaestrado’, pues yo viví también en la calle Lebrel de Murcia, que podría llamarse Callejón del Clavo o Pasaje de Cenizas; un tiempo de mi vida en que mi imaginación jugaba a ser, como afirma Paloma Bienert, “un cáncer de páginas”. Muchas veces, el amor muere, expira, se descoñeta... de la manera más estúpida.
En ese poema largo que es ‘Ahora’ se pregunta: “Ahora, ¿qué haré?”. La mujer en blanco en la que crece el árbol del silencio es “una sombra de dos mitades sobre la mesa”, se sabe desaparecida, con el corazón desbaratado, despeñada, en tránsito a una desoladora realidad, consciente de que solo queda remontar: “Te he detestado ya lo suficiente”. En ‘Esta continua niebla de quererte’ somos los lectores la sombra que acompaña a Paloma Bienert, escondidos en cada escena, siendo testigos mudos de este terratrèmol que nos descoloca, nos aturde, nos atraviesa de miedos, y nos hace vernos más como flores guillotinadas que como caballos indemnes y todopoderosos.
A propósito del poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats, del que Paloma Bienert nos ofrece los versos de ‘Sueños rotos’, me gustaría recordar simplemente como apunte que este año hemos conmemorado el centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD. También en 1923, Butler Yeats ganó el Nobel de Literatura y LA VERDAD publicó los primeros poemas traducidos. Me permito dedicarte, Paloma, estas dos poesías: ‘Cuando seas vieja’ y ‘Las voces eternas’.
Manuel Madrid. Presentación en Murcia de 'Esta continua niebla de llevarte', de Paloma Bienert.
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